Crisis de crianza Brotes de crecimiento y angustias en los bebés durante el primer año: cómo sobrellevarlas sin enloquecer.
Los bebés pasan por períodos de alta demanda que muchas veces se relacionan con momentos claves para su desarrollo. Consejos para mapadres.
Los brotes de crecimiento de los bebés o las también llamadas «crisis de lactancia» son fuente de consulta recurrente a los pediatras. Aunque se los denomina «crisis» y suelen revestir ese carácter para las mamás y papás, para los bebés son pasos naturales de su desarrollo que buscan una adaptación permanente a la producción de leche materna. Una mayor ingesta les permitirá avanzar en su desarrollo psíquico, físico y emocional.
El riesgo de no respetar y comprender este momento delicado que puede durar tan solo unos días es un destete precoz. «Mi leche no alcanza», «se enoja porque no puede tomar» pueden ser pensamientos recurrentes y muchas veces la solución es destetar tempranamente y pasar a la leche de fórmula sin darse la oportunidad de respetar el proceso.
Lo mismo cuando sube la demanda: a veces suele generar cierta frustración al pensar que «va a durar para siempre», pero asumir que es un proceso normal y hasta positivo (porque es un signo de desarrollo) puede ayudar para que busquemos maneras de contener a a ese bebé y acompañar la situación.
Para Sabrina Critzmann (@sabrina.pediatriaypuericultura), médica pediatra, puericultora y consultora de porteo ergonómico: «A veces se piensa que estas angustias ocurren como un relojito, pero no. Se trata de desafíos que tienen que ver con una diversidad de circunstancias que incluyen cambios repentinos para las familias, como mudanzas, pandemias, separaciones de los mapadres, el comienzo de la escolaridad, y que ahí se desate un proceso de transición que llamamos ‘crisis’. La clave está en acompañar el crecimiento con todos sus desafíos sacándole el tinte negativo».
«Mi leche no alcanza», «se enoja porque no puede tomar» pueden ser pensamientos recurrentes y muchas veces la solución es pasar directamente a la leche de fórmula sin darse la oportunidad de respetar el proceso de alta demanda.
Crisis de crecimiento: qué son y cómo detectarlas
«Las crisis de lactancia se manifiestan clínicamente como períodos de alta demanda. Están irritables, fastidiosos, duermen menos, lloran más. Parecería que no están satisfechos con el pecho. También se da el caso de que ‘pelean’ con la teta, la golpean y se enojan porque no pueden tomar como quisieran. Pueden hasta rechazarlas por unas horas», explica la médica pediatra María Lucrecia Parreño (@lucrepediatra), miembro de ACADP (Asociación Argentina de Puericultura).
«Esto lleva a pensar a las personas que no tiene leche, o que su leche no alcanza. A veces, por el contrario, el bebé quiere tomar teta todo el tiempo y de manera ansiosa».
Según la misma médica: «El bebé regula la producción y la ‘sintoniza’ con su crecimiento. Al ir más al pecho, esto resulta en que ‘sale’ más, pero esto no ocurre al instante. ¿Por qué necesita tomar más? Porque pasa por una etapa de mayor crecimiento físico o algún hito del desarrollo, entonces aumenta la demanda y la producción.» A los tres meses, por ejemplo, el bebé está mucho más atento al entorno, sostiene la cabeza, coloca las manos en la línea media, se las empieza a succionar.
Los brotes de crecimiento más importantes se dan:
- a las dos o tres semanas de vida,
- a las cuatro semanas,
- a los tres meses,
- a los ocho meses,
- al año y
- a los dos años.
Parreño señala a continuación las características más importantes de algunas de las crisis que despiertan una alta demanda en los bebés.
Los brotes de crecimiento se dan en bebés que toman pecho materno exclusivo porque es una forma que tienen de ir regulando la producción de leche a medida que van creciendo.
Brote de crecimiento de los tres meses
Quizá las mamás no se dan cuenta de los anteriores, pero este es uno de los que más síntomas manifiesta. Se modifica el sistema de producción de leche para optimizar el proceso. Esto quiere decir que el cuerpo tarda unos minutos en tener el reflejo de eyección. Los bebés estaban acostumbrados a encontrar la cantidad de leche que querían nada más al ponerse al pecho, pero ahora tienen que succionar, esperar unos minutitos, y volver a mamar. Hay un retardo y hasta que se acostumbran hay una inquietud al pecho.
Durante este tiempo también los pechos están más blandos y algunas mamás pueden llegar a pensar que no tienen leche. ¡Hay que derribar este mito!
Bebé y mamá viven en un estado de fusión psíquica, en una burbuja íntima, pero llega este momento (que también puede darse antes o después de los ocho meses) y empieza a haber signos de separación que producen angustia.
La crisis de los ocho meses
El psicoanalista austríaco René Spitz fue quien describió estos momentos claves para el desarrollo psíquico de los humanos recién nacidos. Son importantes porque significa que hay una continuidad normal en el desarrollo y la estructuración de la personalidad.
El primer organizador psíquico es la sonrisa social que aparece a los dos meses y es cuando el bebé reconoce la gestalt del cuidador primario (nariz, ojos y boca en movimiento). El segundo para Spitz es la angustia de separación. En los comienzos de su vida, el bebé no se da cuenta de que es un ser separado y se vive una continuidad de lo que era en el útero. Bebé y mamá viven en un estado de fusión psíquica, en una burbuja íntima, pero llega este momento (que también puede darse antes o después de los ocho meses) y empieza a haber signos de separación que producen angustia.
Son recurrentes las alteraciones en el sueño. Bebés que dormían toda la noche empiezan a despertarse frecuentemente y quieren asegurarse de que su mamá está cerca.
Otra característica es que no hay noción de la permanencia del objeto. El bebé no ve a su mamá y piensa que desapareció y llora, por eso necesita constatar su presencia. Con su mamá o papá hablándole y tocándolo se vuelven a dormir.
Empiezan a responder con un gesto de extrañeza cuando ven personas diferentes a sus padres. Es muy bueno que estructuren esa diferencia.
«Tener en brazos o en la cuna a un bebé e intentar dormirlo nos trae a la memoria escenas de penumbras y canciones de cuna musitadas muchas veces», dice Carlos Silveyra.
La crisis del año, la «mamitis aguda»
Es una continuación de la anterior. Los niños pasan por esa etapa que algunos llaman «mamitis». Se fijan en la figura principal de la crianza con apego y desesperación. A veces rechazan a otras personas. Están explorando con su cuerpo y pueden moverse mucho más, pero se agarran a la falda de la mamá con angustia y a veces miedo del entorno
En estos momentos de lenta construcción de la independencia, el poder quedarse solitos confiando en que mamá va a aparecer es un logro de todos los días y se desarrolla con paciencia, explicaciones y muchos abrazos, besos y upa.
¿Siempre están asociadas a la lactancia materna?
Nos preguntamos si estos brotes tan ligados a la lactancia materna se dan de la misma manera en bebés que toman leche de fórmula. Según Critzmann, los bebés que toman leche de fórmula no presentan «técnicamente» este comportamiento.
«Muchas veces la mamadera se plantea como una salida, como una liberación de la teta para atravesar estas crisis. Pero también está todo ese tiempo de prepararla, de levantarse, y ponerle el cuerpo de la misma manera. El bebé quiere abrazos, mecerse, que la persona que se lo de lo mire a los ojos, observe su succión. Lamentablemente, la medicina en los últimos años estandarizó las tomas (por ejemplo, 90ml cada tres horas). Eso es un poco raro, porque cada bebé es diferente, o puede tener más sed o necesitar más que otras veces porque eructó o por alguna razón. Ahí las familias tienen que prestar mucha atención acerca de lo que desea ese bebé, más allá de que en las consultas pediátricas se va ajustando la cantidad», agrega la profesional.
El bebé no se va a malcriar o «acostumbrar» por tenerlo a upa y que, al contrario, es algo que necesita.
Qué hacer frente al aumento de la demanda por un brote de crecimiento
Algunos consejos de la pediatra Sabrina Critzmann para hacer frente a estos brotes o crisis de crecimiento sin enloquecer:
- Pedir ayuda a nuestro entorno si es posible. Que otras personas cuiden al que cuida, ejerciendo su rol en la crianza. Que nos ayuden a cuidar a los hermanos más grandes, o que nos den una mano lavando los platos. Todo buen gesto es bienvenido.
- Saber que el bebé no se va a malcriar o «acostumbrar» por tenerlo a upa y que, al contrario, es algo que necesita. También eso pasará, son muy pocos años los que una persona necesita upa. El porteo ergonómico, seguro y respetuoso puede ayudarnos a distribuir mejor el peso y dejarnos las manos más libres.
- Jugar al «fantasmita» o a la escondida, o esconder un objeto poniendo un paño encima y haciéndolo aparecer. Además de disfrutar mucho de estos juegos (y ellos también empiezan a esconderse, es fabuloso verlos ocultarse pícaros atrás de un sonajero o una mediecita), esto ayuda a crear ese concepto de «aunque no se vea… ¡sigue estando!»
- Usar medidas anticipatorias. Los bebés, niñas y niños entienden más de lo que pensamos. Explicarle claramente que nos vamos a trabajar, a comprar o a bañar, pero que en un rato volvemos.
- Permitirles explorar los objetos, arrojarlos y escuchar el sonido de dónde caen. Esto les da nociones de espacio, de saber qué hay más allá de su cuerpo, de medir distancias.
- Comprender que es un proceso y que tiene que suceder. Hay bebés que lo expresan de una forma y otros de otra. Paciencia, esto también pasará y vendrán otros desafíos.